jueves, 2 de marzo de 2023

El recuerdo de mi abuela

Estaba muy nerviosa porque no sólo era la primera vez que iba al mar, sino también que subía a un avión. Llegamos pronto al aeropuerto y embarcamos, mi nieta, estuvo a mi lado todo el tiempo apretando mi mano, no sé si porque se percataba de mi estado de ánimo o si, porque ella también tenía miedo. Tuvimos una breve charla hasta que se durmió en mi regazo y todos mis temores se disiparon con su respirar tranquilo y pausado. 

En el taxi de camino al aeropuerto pasamos por la carretera que bordeaba el malecón y quede totalmente extasiada de aquel azul vibrante e inmenso. Mi yerno solo hablaba de las propiedades y beneficios del agua salada, pero yo solo podía contener las lagrimas de la emoción al ver el mar. Al hotel no le faltaba nada, la habitación era grande y luminosa ni en mis mejores épocas junto a mi esposo disfruté tanta comodidad. 

Unos días después, el hotel organizo una excursión a una playa que no recuerdo el nombre. Tuve mucho miedo porque no sabia nadar y viajamos en una lancha de motor, menos mal que a todos nos pusieron un chaleco salvavidas también a los niños y mi nieta iba metiendo la mano en el agua mientras viajábamos en dirección a aquella playa. Una vez allí, comimos delicioso, nos bañamos, aunque yo solo estuve en la orilla porque sentía un respeto enorme por aquel milagro de la naturaleza, tomamos fotos y nos hicimos trenzas con mi nieta que no paraba de parlotear diciendo que un día viviría en una ciudad con mar.