El despertar
Como cada día me levanté de la
cama estupefacta, por el hecho de tener la sensación de no haber dormido. Como
un zombi, me dirigí a la ducha, el agua fría de un golpe me saco del profundo
sueño que alimentaba con el recuerdo de las sabanas cálidas y el cojín blandito
Estaba lista. Cubrí mi cuerpo con aceite, elabore un mapa de mi armario para
descubrir que lo que habita allí parece ser de otra persona que no es la que
quiere vestirse, a regañadientes, cogí lo primero y habitual unos vaqueros, una
camiseta y un jersey de cuello tortuga comprado en los negocios de baratijas
–que ordinario- pensé. Puse los pies en la puerta y me dirigí con paso lento
pero firme hacia la calle, el viento frio golpeaba mi cara, cubrí mi cara con
la bufanda y me acorde que no había comido. Y pensaba que estaba lista. -me
digo- aceleré el paso para no llegar tarde, pero me distraje viendo una paloma.
Me senté en el banco de la plaza a observar esa paloma que no necesita vestir
con ropa ordinaria para comer, volar o beber. Suspire… me levante y acelere el
paso… tarde, ¡otra vez! y volví a tener la sensación de no haber dormido.
el gato
Escribía sin parar cada cosa que se le ocurría. Era muy bueno
en lo que hacía, imitaba a la perfección el movimiento de los dedos, la música
que sonaba al compás de las teclas, a-r-b-o-l, lo transportaba al mundo
anhelado, ese donde podía comer con la mano, y si, usar el teclado, de la
máquina, del ordenador, del mando a distancia, lo hacía bastante bien mientras
no lo veían, porque cuando lo hacían solo veían un gato durmiendo en un
teclado.
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